julio 4, 2017 3:41 pm
Un amigo me dijo una vez que el SEO (Search Engine Optimization) es un invento de Google para terminar vendiéndote SEM (Search Engine Marketing). Y si lo piensas fríamente, la hipótesis tampoco es desencaminada porque, si el buscador rey en esta parte del mundo quisiera que pusiéramos en práctica las tácticas necesarias para colocar nuestro sitio web en la mejor posición, ¿por qué no ofrece detalles de su algoritmo?
Es más, conforme los usuarios han avanzado en el conocimiento de estos “trucos” para conseguir el mejor posicionamiento, Google ha ido modificando las reglas del juego (léase, el algoritmo). Si el mono es nuestro antepasado, el de los criterios que emplea la multinacional estadounidense es el panda, al que siguió pingüino y, por último colibrí, los nombres con los que se reconoce a los cambios más famosos en el algoritmo. Primero para penalizar los contenidos duplicados, la repetición de palabras clave (keyword) sin ningún tipo de sentido semántico y con el único fin de ganar notoriedad y, el más reciente, buscando mejorar la experiencia del usuario.
¿Qué buscamos cuándo accedemos a un buscador? Más allá del juego de palabras, queremos cubrir una necesidad, que va desde la ubicación del restaurante en el que te han citado hasta averiguar a qué enfermedad corresponden los síntomas que tendría que ir a consultarle al médico. Google ha venido a sustituir a El Libro de Petete, con la salvedad de que los resultados que arroja el buscador no siempre tienen detrás una fuente autorizada.
Si nos ponemos en la piel del “buscado”, el objetivo resulta más que obvio: ser encontrado. La tienda de camisas que quiere aparecer antes que sus competidores, el comparador de seguros que sabe que no tendrá futuro si deja de aparecer en las primeras posiciones. En este momento conviene recordar el chiste más famoso sobre buscadores: el mejor sitio para ocultar un cadáver es la segunda página de resultados de Google.
Y es aquí cuando, siguiendo la teoría de ese amigo al que citaba al inicio, entra en juego Google. Cuando, agotado de destinar recursos para mejorar el posicionamiento orgánico, trabajando los contenidos, implementando la arquitectura de tu sitio web, revisando todas las metaetiquetas, decides que merece la pena pagar porque otro lo haga por ti. Te convences de que pujar por las palabras claves, invertir en SEM, es una decisión estratégica que -con presupuesto- siempre da resultados. Al que paga y al que recauda, que es Google.
P.D. Si este blog deja de aparecer en la primera página de resultados de Google, no es difícil entender el porqué.